¡Rechazo a todos los tipos de violencia hacia las mujeres!

Hoy a las 19.00, concentración en la Puerta del Sol.
Con salida, todavía.
En tiempos en los que desde determinadas altas instancias y particulares pequeños Estados se condena y se persigue al relativismo, magníficos ejemplos vuelven a poner de manifiesto la trascendencia de las escalas y los enfoques, la necesidad de priorizar sobre lo vital, con mayúscula, y no sobre lo superfluo, por artificial.
Desde perspectivas ególatras nacidas en lo que consideramos de nuestro interés, como individuos, como naciones o como sociedades, focalizamos nuestros desvelos en lo inmediato, y dejamos atrás, dándolo por sentado, por permanente, el origen, la razón, el por qué.
Miremos prácticamente hacia donde miremos hoy en día en nuestro pueblo manchego, en nuestra familia andaluza o en nuestra ciudad de Madrid, la preocupación que desborda cualquier conversación viene derivada de cualquiera de las expresiones de la mal llamada crisis económica global. Y en cierta medida, es lógico. Nos preocupa tener un trabajo, indefinido, que nuestro hijo vaya a un buen colegio, a poder ser público, y que nuestra madre cobre una pensión, que se revalorice sí o sí. Nos preocupa poder llenar el depósito del coche y echar lo máximo y lo mejor a nuestra cesta de la compra, y nos preocupa la paz, a veces.
Nos inquieta el día a día, y seguramente sea así porque hemos delegado la responsabilidad del mañana o bien en una deidad etérea o bien en otro, lejano, que ya velará por el mejor devenir de los acontecimientos. Pero si se levanta la vista y se cambian las gafas de cerca por un buen telescopio que nos dé distancia, perspectiva, nos encontraremos con que nuestros problemas cotidianos, hipercoyunturales, son cruciales para nosotros porque no tenemos problemas de mayor envergadura, o eso nos creemos.
La omnipresente crisis económica de los países desarrollados parecía una oportunidad en algunos ámbitos, entre ellos en uno fundamental, para la pervivencia de la habitabilidad del planeta, ni más ni menos. Durante meses se consideró que la caída en la actividad industrial en los clásicos motores económicos supondría un respiro para el globo, un alto al cambio climático, pero ha resultado un ejemplo más de nuestro exagerado astigmatismo.
Los países emergentes, aun con balas en la recámara, continúan disparando sus tasas de emisión, mientras, la reducción alcanzada fruto de los esfuerzos unilaterales y/o de la crisis económica apenas alcanza ni para embridar a un caballo desbocado que se acerca a la línea sin retorno de las 400 partes por millón.
En nuestras manos está todo, porque no hay nadie más para resolver lo que nosotros mismos hemos originado. Y, afortunadamente, nos hemos dado algunas herramientas para poder hacer bien las cosas. Una de ellas, quizá una de las últimas oportunidades, arrancará en unos días en Cancún. El planeta aguanta la respiración porque ya no puede más y la dirección que establezca lo que allí se acuerde posibilitará el retomar una buena senda, la de la supervivencia, o todo lo contrario.
Estamos a tiempo de escribir una carta urgente a los Reyes Magos, telescopios para todos, y que los dejen primero en Cancún, a ser posible.